Extranjero


Abro los ojos.
Cierro la pantalla sin cuidado y tengo la esperanza que el ruido sordo silencie mis pensamientos.

Me siento disperso, como mantequilla esparcida sobre demasiado pan.
Como si mis piernas estuvieran un par de kilómetros sobre mis pies.
Así que abrazo mis rodillas en un intento inverosímil de reconocer el terreno, de sentirme de nuevo parte de estas sabanas que saben a sal.

Pero no resulta, mi cabeza me derrota.
Me dispone a oler la esencia de otros.
A sentirlos aquí antes que yo.

Este lugar ya no es nuestro.
Tu sudor ya no me pertenece.
Tus ojos, de un momento a otro, han perdido su profundidad.

Esta noche lo ha revuelto todo.
Soy un extranjero en tu cama.