Mosaico (extracto)
tengo
tanta
fuerza
que soy
capaz
de partir
la historia de la humanidad en dos
en dos
en dos
en dos
Tenemos Explosivos
tengo
tanta
fuerza
que soy
capaz
de partir
la historia de la humanidad en dos
en dos
en dos
en dos
Tenemos Explosivos
En el corazón de todo invierno anida una primavera
El teniente se incorporó y comenzó a sacudirse el agua del cuerpo. Mil manos lo estaban tocando, y no quería que lo tocaran. Ya no lo aguantaba más. Trastabilló y chocó contra alguien. Era Simmons, de pie bajo la lluvia. Simmons escupía, tosía y estornudaba.
Y en seguida Pickard, gritando, se incorporó y echó a correr.
-¡Un momento, Pickard!
-¡Basta! ¡Basta! -gritaba Pickard. Disparó seis veces su arma contra el cielo de la noche. En el resplandor de la pólvora, durante un instante, con cada detonación, los hombres pudieron ver ejércitos de gotas de lluvia. como incrustadas en una vasta e inmóvil piedra de ámbar, como sorprendidas por la explosión. Quince billones de gotitas, quince billones de lágrimas, quince billones de joyas en una vitrina forrada de terciopelo blanco. Y luego, cuando la luz desapareció, las gotas que se habían detenido para ser fotografiadas, que habían suspendido su rápido descenso, cayeron sobre los hombres, como una nube de voraces insectos, fría y dolorosa.
-¡Basta! ¡Basta!
-¡Pickard!
Pero Pickard ya no se movía.
Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería
tener alas.
Sostengo la fotografía en la mano.
Se trata de la fotografía de un hombre y una mujer que visitan un parque de atracciones, en 1959.
En doce segundos, dejo caer la fotografía sobre la arena que se encuentra a mis pies y me alejo.
Ya reposa ahí, en el suelo, a doce segundos en el futuro.
Ahora a diez segundos.
Sostengo la fotografía en mi mano.
La encontré en un bar en ruinas en la base de Gila Flats.
Hace 27 horas.
Aún sigue ahí, a 27 horas en el pasado, dentro del marco al interior del lóbrego bar.
Aún sigo ahí, mirándola.
Sostengo la fotografía en la mano.
La mujer sujeta una palomita de maíz entre los dedos pulgar e indice.
La Noria se detiene.
Ahora a siete segundos.
Octubre de 1985.
Estoy sentado en Marte.
Julio de 1959.
Estoy en Nueva Jersey, en el parque de atracciones Palisades.
A cuatro segundos.
A tres.
Ya me he cansado de mirar la fotografía.
La sujeto. La dejo caer sobre la arena que se encuentra a mis pies.
Voy a contemplar las estrellas.
Se encuentran tan lejos, y su luz tarda tanto en llegar a nosotros...
que lo único que llegamos a ver son viejas fotografías suyas.
Rodrigo Fresán contaba que John Cheever proponía un ejercicio en sus
talleres de escritura: el intentar redactar una carta de amor en medio
de una habitación en llamas.
Allende lo hizo.
Su discurso final es una
carta de amor escrita en una habitación en llamas.
En un palacio en
llamas.
En un país en llamas.
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